Fernando Collantes es Profesor Titular de Universidad en el área de conocimiento de Historia e Instituciones Económicas de la Universidad de Oviedo y miembro del grupo de investigación de Economía agroalimentaria, globalización, desarrollo económico y medio ambiente (siglos XIX-XXI) del Instituto Agroalimentario de Aragón.

Como miembro de este grupo, ¿en qué se centra su trabajo?

Hay muchas ramas dentro del grupo, pero estudiamos el consumo alimentario, el cambio agrario, las implicaciones ambientales de los sistemas de producción, la gestión del agua, el comercio de productos alimentarios…

¿Cómo ha evolucionado el sistema alimentario en España?

España ha evolucionado muy bien porque hemos dejado atrás la escasez. Si echamos la vista atrás, en la posguerra, el hambre todavía estaba presente y había verdaderos problemas de escasez, pero hemos desarrollado un sistema alimentario capaz de abastecer a la población a precios razonables, que ni siquiera en las crisis económicas más fuertes se han llegado a situaciones tan extremas.

¿Y a qué retos se enfrenta ahora?

El problema está ahora que la abundancia, en los últimos 30 años, hemos empezado a producir, consumir y comer demasiado, y además de los productos equivocados, con un alto contenido en grasas, azúcares… Ya no se pasa hambre, pero hay otros problemas de salud nutricional, como la obesidad o la diabetes.  Además, este sistema alimentario en el que nos basamos y satisface nuestras necesidades tiene un problema de sostenibilidad ambiental, por la cantidad que se produce, por las cadenas de producción, la distribución… Nos enfrentamos a una situación en la que hemos dejado de pasar hambre, pero estamos generando otros impactos negativos en la salud y el medio ambiente. Debemos canalizar ese impacto para que sea positivo para la sociedad de consumo.

Venimos además de un sistema muy descentralizado, con pequeños productores y mercados relativamente equilibrados a un sistema en el que la industria y las cadenas de supermercado ejercen un poder muy fuerte en el sistema alimentario. Esto ha servido para mejorar la producción alimentaria, desde el punto de vista de la calidad y la seguridad de los productos, pero plantea una duda: ¿si dejamos al libre albedrío a estos grandes grupos, van a contribuir al progreso de la sociedad? Hay que establecer las regulaciones y medidas necesarias que estimulen y orienten las energías para que los grupos de distribución puedan mejorar ambientalmente, potenciando un modelo más sostenible y justo para los productores primarios.

¿Qué importancia puede tener la producción ecológica en este aspecto?

Es clave, porque las energías empresariales deben canalizarse en eso: no necesitamos más derivados ni más bollería industrial, lo que necesitamos ahora es reducir los impactos ambientales y producir de una manera más limpia.

El problema está en que esto se percibe como muy caro, pero de hecho el consumidor está dispuesto a pagar un poco más. En uno de mis estudios, sobre el consumo de lácteos, está demostrado que el consumidor está dispuesto a pagar más, en los últimos años el consumidor gasta más por caloría consumida en este tipo de productos.

¿Y no existe una preocupación por parte del consumidor en ese sentido?

Las encuestas demuestran que lo que nos preocupa es la calidad, que los productos sean seguros y buenos, pero una cosa es lo que decimos y otra lo que hacemos. La realidad es que al consumidor lo que le preocupa es gastar lo menos posible para tener más dinero para otras cosas, no para comer mejor.

Buena parte de la producción orgánica de España se exporta a otros países de la Unión Europea porque ahí la sensibilización por este tema es mayor. Aquí la demanda es pequeña, los distintivos de calidad, orgánicos y no orgánicos, tienen nicho de mercado, pero todavía es muy pequeño.

¿Y qué supondría para el sistema alimentario que este nicho fuese creciendo?

Podría servir para que ciertos tipos de productores, tanto primarios como industriales, que están marginados de la corriente principal tuviesen una mayor visibilidad, pero los estudios que tenemos en países donde el perfil de consumidor más sostenible y equilibrado es más elevado se ha reforzado el peso de los supermercados.

No está escrito que este cambio vaya a beneficiar a los pequeños productores, pero no hay que poner el énfasis en los cambios de comportamiento del consumidor. Los actores convencionales no tienen nada en contra de la ecología y de la salud, porque lo que buscan es el beneficio e irán allí donde esté. Lo que se necesitan son políticas por parte del estado y de la Unión Europea para acabar con problemas como los bajos precios y reforzar la producción más sostenible.

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